Sales con tus amigos y ya lo de estar de cervezas no te divierte tanto.
Quieres ir a cenar, pero todos van a ver quién se pide el plato más caro, más grande y a ti te apetece otra cosa.
Tú madre se pone mala y ves lo frágil que está.
Has caído malo y te has pasado dos semanas arrastrando un resfriado que se te ha complicado.
Has leído sobre el tema.
En tus redes sociales te sale gente que está más fuerte que el vinagre.
Da igual el momento, da igual el motivo.
Hay algo que te hace tomar la decisión.
Empiezas a entrenar, pero no es como te esperabas.
Te cuesta, no progresas, te duelen hasta músculos que ni sabías que tenías y encima ni te ves más fuerte ni mejor, al revés estás más cansado.
Pero resulta que vas por el buen camino, lo que pasa es que no lo sabes.
El problema es que tu cerebro te manda una señal que no sabes entender, te habla en un idioma que no comprendes.
Cuando empiezas a entrenar tu cuerpo se resiste, no sabes donde están los límites, no entiendes si te pasa o no llegas, así que cometes errores.
La cosa está en que se supone que deberías saber usar tu cuerpo pero la realidad es que lo usas para otras cosas y eso del ejercicio pues… hay que entrenarlo.
No te estoy diciendo que te pongas a ejecutar ahora cualquier cosa sin mirar para atrás, pero sí que aprendas un mínimo para entender como funciona tu cuerpo.
Si en tu entorno no hay gente que entrene, es fácil que al final falles.
Dicen que eres el resultado de la gente con la que te rodeas.
Llevo desde el 2021 escribiendo sobre entrenamiento y salud.
De correr y hacer autopsias he aprendido mucho.
Si quieres hablar conmigo, se hace aquí:
PD: Hasta el 21 de abril no tengo hueco